Inversión privada para mi startup: ventajas e inconvenientes

En un contexto laboral y financiero como el que se presenta tras la llegada de la crisis generada para el coronavirus, los emprendedores están ante un desafío de los que miden su ingenio y la valía de sus proyectos. Encontrar inversores dispuestos a confiar en una idea disruptiva requerirá de una ingeniería de convencimiento sin fisuras. Entramos en una crisis que, a su vez, es una oportunidad: las empresas con base tecnológica son mejor valoradas y las necesidades de la sociedad se reordenan con importante dependencia de lo digital, por lo que una inversión privada puede suponer un negocio más que fructífero. Como en toda aventura empresarial, existen ventajas e inconvenientes en el camino del capital privado.

Por parte del emprendedor que lanza el proyecto, lo primero es considerar que cerrarse puertas nunca es la mejor opción, no al menos de primeras, por lo que la financiación ha de ser aprovechada allá de donde venga. En el caso de la privada, cuando se trata de convencer a un inversor, ganamos la flexibilidad de poder presentar con mayor o menor detalle nuestro proyecto, pero sí disponemos de la oportunidad de hacerlo a nuestra manera.

En caso de convencer a nuestro/s inversor/es, y a diferencia de la vía pública, las condiciones de inversión han sido negociadas por ambas partes y se ha alcanzado a un entendimiento mutuo acerca de lo que startup e inversor pretenden. Las ventajas de la inversión privada, así pues, no han de ser tomadas en cuenta solo desde el punto de vista de la parte que va a desarrollar el proyecto, sino también del inversor.

Desde la regulación de la financiación alternativa, cualquiera puede ser inversor. Modos de financiación como el crowdfunding o el crowdequity permiten al emprendedor llegar hasta multitud de inversores privados hasta alcanzar el capital requerido para poner en marcha su empresa, un mayor abanico que hace que el riesgo que asume cada inversor sea menor cuantos más sean. Los inversores privados que se dedican a otorgar su confianza a empresas de nueva creación se estima que alcanzan un retorno en saldo positivo del 20% cuando su inversión es diversificada y en alrededor de quince empresas, al menos.

Además, los inversores privados pueden llegar a deducirse hasta el 50% del total de su inversión sobre la cuota a pagar en el IRPF, en el caso de inversiones para empresas con menos de tres años de vida, mientras que están protegidos jurídicamente por la Ley de Fomento de la Financiación Empresarial. A la startup, la inversión privada le concede el derecho de adquirir, al menos mientras dure la inversión, la figura de SA, SL, SAL o SLL y un domicilio social y fiscal en España.

Como startup, saber jugar estas bazas ante un inversor privado es una inequívoca ventaja, pero, al mismo tiempo, desconocer argumentos jurídicos y legales con que convencer a potenciales inversores hacen que esta carta, que va a estar encima de la mesa, juegue en nuestra contra como un inconveniente.

De hecho, cualquiera de las ventajas que podamos considerar en la inversión privada se puede convertir en un inconveniente, pues depende de la habilidad que tengamos, primero, para desarrollar nuestra idea y ofrecer previsiones fiables de futuro, y segundo, para que en los acuerdos que cerremos con inversores privados no quedemos al descubierto en caso de tropezar con piedras en el camino, factor que, como todo emprendedor experimentado sabe, siempre hace acto de aparición en un momento u otro.

Del mismo modo, hay que comprender que, a diferencia de un capital adquirido por subvención pública, un inversor privado va a esperar un retorno económico, el cumplimiento de unos objetivos y, no sería de extrañar, cierta participación en el desarrollo del proyecto.

Es decir, una vez que logramos inversión privada debemos renunciar a, al menos, parte de nuestra independencia en la aventura profesional que hemos emprendido con nuestra startup. ¿Quieres saber más sobre financiación privada? ¡Pregúntanos!



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